Jugar con su textura.
Empastando unas veces.
Extendiéndolo tantas otras.
Como si de un velo se tratara.
Mezclar sus colores hasta límites que parecen indefinidos, pero que, sin embargo, si son traspasados, marcan la diferencia entre pureza y contaminación



No late con sangre, late con sombra. Su ritmo no es humano, pero nos atraviesa. Esta obra escucha ese compás, lento que mueve los mares, que inclina los sueños, que arrastra lo inconsciente como quién acaricia desde lejos. Un pulso silencioso, eterno.




